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Un emprendedor necesita desconectar de vez en cuando

21 Dic , 2013  

La vida de un emprendedor o del CEO de una startup es una montaña rusa constante. Todos los días tienen su magia, todos los días son diferentes y, normalmente, todos los días son complicados.

Muy a menudo tenemos jornadas de trabajo que sabemos cuando empiezan, pero no cuando van a acabar. Y no sólo trabajamos muchas horas. Además de gestionar nuestro equipo, el flujo de caja, supervisar las relaciones con clientes y proveedores, representar a nuestra empresa o nuestro proyecto donde toca y un largo etcétera, nos pasamos la vida apagando “fuegos”. Son gajes del oficio y de eso va, precisamente, la decisión personal de vivir fuera de la zona de confort.

Sin embargo, cuando esta situación se prolonga durante semanas, meses o incluso años, llega un momento en el que hay que tomarse un respiro. Lo ideal sería disponer de pequeños instantes diarios de desconexión, pero esto no es fácil de conjugar con agendas que incluyen una media de más de doce horas de trabajo de lunes a domingo y viajes. En ocasiones hay que hacer las maletas y alejarse de todo durante unos días.

Quería escribir este post desde hace meses, concretamente desde las últimas vacaciones. Personalmente, me gustan los destinos internacionales porque favorecen enormemente la desconexión. Ayudan a no estar pendiente de forma constante del teléfono, decenas de emails, etc. Eso sí, el hotel que tenga WiFi por si acaso ;).

Mis últimas vacaciones fueron en Santorini, una pequeña isla griega de enorme belleza. A lo largo de la isla había diferentes puntos especialmente indicados para una cosa tan simple y apasionante como ver el atardecer. Algo que, por cotidiano, dejamos de valorar en nuestro día a día al estar sumidos entre reuniones que se van sucediendo, teléfonos que no paran de sonar y montañas de emails. En esos lugares se congregan centenas de personas para deleitarse con el espectáculo de la puesta de sol.

La necesidad de desconectar no está reñida en absoluto con que ser emprendedor sea una aventura apasionante, pero saber que todos los días hay centenas de personas que se reúnen para aplaudir cómo se esconde el sol sobre el horizonte –por complicada que haya sido la jornada– ayuda enormemente a tomar perspectiva y a relativizar la importancia de los problemas del día a día.

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